Grabados : Técnicas del grabado

El grabado, entendido como el proceso de reproducción de imágenes que serán obtenidas a partir de un diseño previo tallado, rayado o mordido sobre una materia matriz, y luego trasladarlo invertidamente al soporte transportable (papel, textil) mediante prensas, posee tantas técnicas de grabado diferentes como materiales y herramientas empleados en cada uno de sus diversos procedimientos.

Para su estudio y clasificación, ha de tenerse en cuenta el método perpetrado para la elaboración, el cual, repercutirá en la estética, aspecto y expresión artística de la estampa final. Así, el grabado se bifurca en dos grandes ramas: en relieve, y el grabado a hueco.

Grabado en relieve

El grabado en relieve se identifica por emplear el área blanca del dibujo, es decir, cuyas líneas han quedado en la superficie después de haber sido vaciada la matriz. Para ello, el artista debe ir eliminando material de la base hasta lograr el diseño deseado, quedando éste resaltado con respecto al plano. La tinta no se vierte, sino que se aplica mediante rodillos, empapando tan solo el dibujo surgido tras la actividad de incisión. Colocando el papel o la tela sobre la zona entintada, y presionándolo uniformemente a partir de sistemas de prensado, se obtiene la estampa.

Dentro del grabado en relieve existen técnicas como la xilografía, con la característica genuina de utilizar la madera como plancha matriz, siendo la más recomendable la proveniente del boj. La madera ha de ser preparada para su intervención, pulida y cortada ateniéndose a la dirección de sus fibras. Si el corte es en paralelo a éstas, se denomina «a hilo». Si por el contrario es transversal, «a testa».

A continuación se calca el dibujo, y se procede al vaciado de las zonas blancas a partir de las herramientas aptas para la xilografía. El buril, una delgada y pequeña barrita de acero terminada en sección cortante, y protegida superiormente por un taco de madera adaptado a la mano del hacedor, es la más común de todos los útiles, como lo son las agujas; ambos empelados también en otras técnicas del grabado. A diferencia del trabajo sobre metal, la xilografía admite los buriles de punta redondeada. Las gubias participan en las partes más holgadas a grabar, las que no requieran de tanta precisión. El diseño se culmina con los escoplos y los rascadores.

Asimismo, pertenece a los grabados en relieve la linografía. El proceso es idéntico al de la xilografía, sustituyendo la madera por el linóleo: material sintético moldeable y fácil de cortar originariamente utilizado para la cubrición de suelos por sus extraordinarios factores higiénicos, y llevado al mundo de las artes gráficas a principios del siglo XX de la mano de los expresionistas alemanes. Para su incisión se recurre a las gubias ovaladas o en forma de V.

Grabados a hueco

La otra gran familia de los grabados, y en completa oposición técnica al relieve, se encuentran los grabados a hueco. Contrariamente, los grabados a hueco vendrán solucionados por la impregnación de la tinta en las áreas vaciadas del dibujo, y cuya matriz ya no es la madera o los productos sintéticos, sino el metal (cobre, zinc, etc.). Por estas peculiaridades son denominadas dichas técnicas como calcografías; antitéticas de las tipografías (en relieve). Según el método llevado a cabo para el ataque de la matriz, los grabados a hueco se dividen, a su vez, en los procesos directos y los indirectos. Los directos se identifican por la acción de las herramientas del grabador, mientras que los indirectos se distinguen por el uso de los ácidos (mordientes) como agentes que corroen la superficie trabajada hasta hacer aparecer el diseño.

Como ejemplificación de los grabados a hueco, el más común es el método a buril: la misma herramienta señalada en la xilografía, esta vez sobre el metal, el cual es vaciado siguiendo el diseño a partir de movimientos de fricción, nunca hacia abajo. Así se consiguen las líneas rectas, mientras que para las curvas, el buril se queda fijo en la plancha, y con la mano opuesta (la que queda libre del utensilio) se hace girar la plancha matriz. El dibujo se perfecciona eliminando las barbas —material sobrante en forma helicoidal que surge por la acción del buril— con ayuda de los rascadores. Los bruñidores pulirán la superficie.

Los bruñidores y rascadores son también los utensilios secundarios del grabado a punta seca. Considerada como técnica a hueco, el dibujo sobre el metal lo proporcionará la rebaba, esto es, las paredes de la milimétrica línea que generan las puntas: agujas metálicas terminadas en zafiro o diamante terminadas en un cono perfecto con las que se raya el cobre. Igualmente, las puntas pueden ser del mismo acero que compone la totalidad de la aguja, pero requieren de un mantenimiento más continuado y exhaustivo que los minerales antes citados. La aparente delicadeza en el resultado de la punta seca se presta a trabajos muy laboriosos y detallistas como son las filigranas. Tras finalizar el diseño sobre el cobre, es necesario que éste sea aclarado con aguarrás.

Técnicamente similar a la punta seca es el grabado a mezzotinta (también llamado grabado a la manera negra). Se basa en la preparación del cobre hasta convertirlo en una superficie granulada, en donde el artista realizará rasamente el dibujo. Para ello se recurre al berceau (graneador): algo parecido a una espátula de extremo cortante pero curvo —convexidad—, repleto de dientes que puntean el metal a base de la oscilación de la herramienta. Se trazan así líneas dentadas en horizontal, vertical y oblicuamente, prestando atención a que éstas jamás lleguen a tocarse, a fin de lograr una cuadrícula perfecta que albergará la tinta. El artista dibuja sobre el punteado con las ruletas, los rascadores y los bruñidores, pero solo superficialmente, sin ahondar demasiado en los gránulos, los mismos que otorgarán a la estampa las áreas oscuras, mientras que las zonas pulidas darán las tonalidades claras (de los grises al blanco).

Como se había mencionado, los grabados a hueco podrán ser atacados indirectamente, esto es, a partir de la corrosión que genera el ácido nítrico sobre el metal. Albergados en este grupo se encuentran técnicas como el aguafuerte y la aguatinta.

El aguafuerte depende del tratamiento previo de la matriz metálica, que es pulida con piedras de afilar y carbón de grabador. Sobre ésta se aplica un barniz duro, que al ser calentado el cobre queda diluido. Mediante pinceles se extiende el barniz líquido, sobre el que se aplicará una capa de cera. El grabador se sirve de las agujas y el échoppe para dibujar sobre la cera hasta rozar el metal, nunca profanarlo, levantando el barniz. Estos surcos que han sido decapados de la protección del barniz generarán el diseño final tras sumergir la plancha en ácidos.

En el caso de la aguatinta, la plancha se cubre con una resina blanca en polvo que, al calentarse uniformemente, queda fijada a la plancha. El resultado es una superficie granulada, sobre la que el artista dibuja con un barniz resistente al ácido, empezando por las áreas que requieran de una mayor claridad, luego las medias tintas, y por último las oscuras, sumergiendo la plancha en el ácido entre cada uno de estos procesos.

Circunscritos a los grabados a hueco, pero fuera de las determinaciones de métodos directos e indirectos, se hallan otros procesos peculiares como la litografía, pues ni se incide gravemente sobre la superficie de la matriz a partir de los utensilios de grabar, ni se somete a la mordedura de los compuestos químicos. La litografía se fundamenta en el comportamiento natural de rechazo mutuo entre el agua y el aceite, dejando de lado las planchas de madera o metal para trabajar sobre una piedra calcárea (porosa). El artífice dibuja sobre la roca con el lápiz litográfico, de origen graso. Este diseño quedará fijado al material pétreo a partir de la aplicación de ácidos y goma arábiga, para seguidamente humedecer la piedra con agua. A continuación se aplica la tinta a través de rodillos. El agua jamás llegará a mezclarse con las sustancias aceitosas; ni con la tinta administrada ni con el dibujo previamente perpetrado, sino que se filtra en la piedra, por lo que la tinta queda al descubierto para ser estampada en el papel con las prensas litográficas.

Con la aparición, desarrollo y aceptación de la fotografía durante la segunda mitad del siglo XIX, el grabado derivará en otras técnicas vinculadas a este invento mecánico, tales como el heliograbado y el fotograbado.

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